jueves, 15 de enero de 2015

LOS SEIS MINUTOS MÁS BELLOS DE LA HISTORIA DEL CINE

LOS SEIS MINUTOS MÁS BELLOS DE LA HISTORIA DEL CINE

Sancho Panza entra en un cine de una ciudad de provincia.
Viene buscando a Don Quijote y lo encuentra: está sentado aparte y mira fijamente la pantalla. La sala está casi llena, la galería -que es una especie de gallinero- está completamente ocupada por niños ruidosos. Después de algunos intentos inútiles de alcanzar a Don Quijote, Sancho se sienta de mala gana en la platea, junto a una niña (¿Dulcinea?) que le ofrece un chupetín. La proyección está empezada, es una película de época, sobre la pantalla corren caballeros armados, de pronto aparece una mujer en peligro. Inmediatamente Don Quijote se pone de pie, desenvaina su espada, se precipita contra la pantalla y sus sablazos empiezan a lacerar la tela.
Sobre la pantalla todavía aparecen la mujer y los caballeros, pero el rasgón negro abierto por la espada de Don Quijote se extiende cada vez más, devora implacablemente las imágenes. Al final, de la pantalla ya no queda casi nada, se ve sólo la estructura de madera que la sostenía. El público indignado abandona la sala, pero en el gallinero los niños no paran de animar fanáticamente a Don Quijote. Sólo la niña en platea lo mira con desaprobación.
¿Qué debemos hacer con nuestras imaginaciones? Amarlas, creerlas a tal punto de tener que destruir, falsificar (este es quizás, el sentido del cine de Orson Welles). Pero cuando, al final, ellas se revelan vacías, incumplidas, cuando muestran la nada de la que están hechas, solamente entonces pagar el precio de su verdad, entender que Dulcinea -a quien hemos salvado- no puede amarnos.


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viernes, 9 de enero de 2015

SOY UNA BESTIA, UN NEGRO

SOY UNA BESTIA, UN NEGRO



Edipo florece además en los grupos sometidos, allí donde un orden establecido está catexizado en sus mismas formas represivas.
 Y no son las formas del grupo sometido las que dependen de proyecciones e identificaciones edípicas, sino todo lo contrario: son las aplicaciones edípicas las que dependen de las determinaciones del grupo sometido como conjunto de partida, y de su catexis libidinal (desde los trece años he trabajado, elevarse en la escala social, la promoción, formar parte de los explotadores...).

las catexis inconscientes se realizan según posiciones de deseo y usos de síntesis, muy diferentes de los intereses del sujeto que desea individual o colectivo. Estas pueden asegurar la sumisión general a una clase dominante, haciendo pasar cortes y segregaciones a un campo social en tanto que catexizado precisamente por el deseo y no por los intereses. Una forma de producción o de reproducción social, con sus mecanismos económicos o financieros, sus formaciones políticas, etc., puede ser deseada como tal, totalmente o en parte, independientemente del interés del sujeto que desea. No es por metáfora, incluso por metáfora paterna, que Hitler ponía en tensión a los fascistas.

es, pues, el objetivo del esquizoanálisis: analizar la naturaleza específica de las catexis libidinales de lo económico y lo político; y con ello mostrar que el deseo puede verse determinado a desear su propia represión en el sujeto que desea (de ahí el papel de la pulsión de muerte en el ramal del deseo y de lo social). Todo ello ocurre, no en la ideología, sino mucho más por debajo. Una catexis inconsciente de tipo fascista, o reaccionario, puede coexistir con la catexis consciente revolucionaria. A la inversa, puede ocurrir (raramente) que una catexis revolucionaria, al nivel del deseo, coexista con una catexis reaccionaria de acuerdo con un interés consciente. De cualquier modo, las catexis conscientes e inconscientes no son del mismo tipo, incluso cuando coinciden y se superponen. Definíamos la catexis inconsciente reaccionaria como adecuada al interés de la clase dominante, pero procediendo por su cuenta, en términos de deseo, por el uso segregativo de las síntesis conjuntivas de las que Edipo resulta: soy de raza superior. La catexis revolucionaria inconsciente es tal que el deseo, aun en su propio modo, recorta el interés de las clases dominadas, explotadas, y hace correr flujos capaces a la vez de todas las segregaciones y sus aplicaciones edípicas, capaces de alucinar la historia, delirar las razas y abrazar los continentes. No, no soy de los vuestros, soy el exterior y el desterritorializado, «soy de raza inferior desde toda la eternidad... soy una bestia, un negro».


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jueves, 8 de enero de 2015

GEOGRAFIA DE LA ALTERIDAD O DE LA VIRTUALIDAD

 GEOGRAFIA DE LA ALTERIDAD O DE LA VIRTUALIDAD

Deleuze tiene una concepción más inmanente del Afuera haciéndolo menos dependiente de los focos de exterioridad demasiado visibles o localizados, aún si están presentes, en El Antiedipo, y con que claridad, todo tipo de margenes y minorías. Pero él insiste en muchas oportunidades: no se trata de un culto a las minorías, a lo extranjero o del Otro, sino del devenir-minoritario de la gente, del devenir-extranjero de la lengua, del devenir-bastardo del escritor o del devenirotro de todos en cada uno. Pero esto entraña igualmente el devenir-otro de este o aquel en el que se ha devenido. En ese sentido, no se trata de idealizar a los esquizofrénicos o a las minorías o al extranjero o a la figura demasiado molar del Otro, con los riesgos de fetichización y mistificación piadosa de la alteridad, operación que ataría, al Otro, a su identidad en sí (loco, negro, judío, etc.). de ahí la doble dirección del devenir: devenir-otro para que el otro pueda devenir otra cosa que el mismo. En el caso de la locura, es todavía más claro. Es decir: no de elogio de la locura o del loco, sino de la procesualidad de la que el hecho psicosocial de la locura es una triste fijación. La desgracia en la locura vendría del hecho de que la figura social que ha sido llamada a testimoniar por sí misma la desterritorialización como proceso universal sucumbe forzosamente bajo el peso de esta delegación insoportable. De ahí la consigna de liberar en todos los flujos el movimiento esquizoide, de tal suerte que ese carácter no pueda ya calificar más que un residuo particular como flujo de locura. En todo caso, “la esquizofrenia como proceso es lo único universal” . Deleuze-Guattari retoman la profecía siniestra de Foucault a propósito de la desaparición inminente de la locura como exterior y la invierten completamente, dándole un sentido casi jubilatorio. La abolición progresiva de las fronteras binarias entre locura y no-locura no es vista como una perdida de exterioridad, sino más bien como una ganancia de exterioridad. El afuera ya no está atrapado sino liberado de su cerradura en los espacios confinados o privilegiados. Si no está encerrado en contornos reconocibles (locura, arte,literatura, revolución) podrá al fin esparcirse por todas partes o surgir en cualquier parte. La alteridad no está más allá de una frontera, ni forzosamente en las márgenes deshechas ni en un tiempo por venir. Es una virtualidad de líneas que nos componen y de devenires que manan. Esta geografía sin fronteras, indiferente a la dialéctica en la que se afrontan el Mismo y el Otro, no representa entonces necesariamente la victoria de una pretendida totalidad, de la que Deleuze y Foucault nos han enseñado a reírnos siempre. Deleuze decía,de un supuesto pensamiento planetario unidimensional, ya en 1964, a propósito de Kostas Axelos: “hay un punto en el que ese nihilismo homogenizante se vuelve contra sí mismo,con el más extraño de los efectos: devuelve las fuerzas elementales a sí mismas en el juego bruto de sus dimensiones…”10. El afuera, que se supone abolido, no hace más que reaparecer en tanto que pluralidad inmanente, agonística generalizada, heterogénesis, diría Guattari. A mi modo de ver Toni Negri ha heredado por completo esta concepción de fondo, cuando habla de la “subsunción” de la economía, de la cultura y aún del bios social a un biopoder total que abrazaría todos los elementos de la vida social. Pero justamente contrariando el confort intelectual que ofrecía la constatación de impotencia frente al encierro del poder, él subraya que esta aparente totalización tiene un efecto muy paradójico y no lineal: en lugar de unificar todo, ese proceso crea un medio de pluralidad y de singularización no domesticables. De ahí la insistencia en la naturaleza “abierta” del poder contemporáneo, en el que la soberanía ha sido privada de su unidad y se ve atravesada por antagonismos multitudinarios que es necesario cartografiar de manera dinámica, sin presuponer de manera fetichista el encierro del gobierno respecto de los movimientos que lo modifican y desvían por todos lados. Es quizá en ese contexto teórico que se podrían repensar ciertos desafíos contemporáneos, menos bajo la sombra dialéctica del Mismo y el Otro, que bajo el signo inmanente del Afuera y de su fuerza de desgarramiento.

Peter Pál Pelbart. Cartografías del afuera  acceder


viernes, 2 de enero de 2015

EL DESEO ES SIEMPRE EL MODO DE CONSTRUCCION DE ALGO

EL DESEO ES SIEMPRE EL MODO DE CONSTRUCCION DE ALGO


Si intento plantear el problema del deseo como una formación colectiva es para poner en evidencia que el deseo no es forzosamente un asunto secreto o vergonzoso, como pretenden la psicología y la moral dominantes. El deseo atraviesa el campo social, tanto en prácticas inmediatas como en proyectos más ambiciosos. Para no confundir definiciones complicadas, propondría denominar deseo a todas las formas de voluntad de vivir, de crear, de amar; a la voluntad de inventar otra sociedad, otra percepción del mundo, otros sistemas de valores.
Para la modelización dominante —aquello que llamo «subjetividad capitalística»— esa concepción del deseo es totalmente utópica y anárquica.
Este modo de pensamiento dominante reconoce que es correcto asumir que «la vida es muy difícil, que hay una serie de contradicciones y de dificultades », pero su axioma básico es que el deseo sólo puede estar radicalmente separado de la realidad y que es inevitable elegir entre un principio de placer / principio de deseo y un principio de realidad / principio de eficiencia en lo real. La cuestión consiste en saber si no hay otra manera de ver y practicar las cosas, si no hay medios de fabricar otras realidades, otros referenciales, que no tengan esa posición castradora en relación con el deseo, que
no atribuyan ese aura de vergüenza, ese clima de culpabilización que hace que el deseo sólo pueda insinuarse, infiltrarse secretamente, ser vivido en la clandestinidad, en la impotencia y en la represión.

El deseo, en cualquier dimensión que se le considere, nunca es una energía indiferenciada, nunca es una función de desorden. No hay universales,no hay una esencia bestial del deseo. El deseo es siempre el modo de producción de algo, el deseo es siempre el modo de construcción de algo.

Guattari- Rolnik. Micropolítica. Cartografías del deseo 256 http://www.medicinayarte.com/img/guattari_rolnik%20_micropolitica_cartografias_del_deseo.pdf